ÍNDICE
- 1 Quién es Sara Crewe
- 1.1 Introducción: quién es Sara Crewe en la novela La princesita
- 1.2 Análisis psicológico de Sara Crewe: fortalezas, debilidades y arco interior
- 1.3 Contexto histórico de la princesita y procesos creativos que influyeron en la construcción de Sara Crewe
- 1.4 Escenarios de La princesita desde la mirada de Sara Crewe
- 1.5 Relaciones de Sara Crewe y comparaciones con personajes literarios y cinematográficos
- 1.6 Qué pueden aprender los escritores del personaje de Sara Crewe
- 1.7 Conclusión final sobre la figura de Sara Crewe en La princesita
- 1.8 FAQs
- 1.8.1 ¿Quién es Sara Crewe en la novela La princesita?
- 1.8.2 ¿Qué importancia tiene Sara Crewe dentro de la historia?
- 1.8.3 ¿Qué rasgos definen a Sara Crewe como personaje literario?
- 1.8.4 ¿Qué puede aprender un escritor estudiando a Sara Crewe?
- 1.8.5 ¿Qué elementos ayudan a entender quién es Sara Crewe dentro del internado?
Quién es Sara Crewe
Introducción: quién es Sara Crewe en la novela La princesita
Sara Crewe aparece en La princesita como una niña que llega a Londres tras crecer en la India con su padre, un hombre que la adora y que le ha dado una vida cómoda. Su llegada al internado de la señorita Minchin marca el inicio de un recorrido que transforma su mundo por completo. El ambiente del colegio se siente ordenado y silencioso cuando ella cruza la puerta con su ropa elegante y su baúl lleno de libros y juguetes. Cada objeto que trae cuenta algo sobre su pasado, y cada gesto de bienvenida del personal refleja una mezcla de respeto y curiosidad hacia la nueva alumna.
El internado se convierte en el escenario principal de su vida en Londres. Las aulas amplias, el comedor lleno de normas, los pasillos que huelen a carbón y las habitaciones donde las alumnas repiten rutinas marcan el ritmo de sus días. Desde el primer instante, se percibe como Sara ocupa un lugar especial dentro del colegio por la educación recibida, por la relación cercana con su padre y por la forma en que interpreta cualquier situación con rapidez y sensibilidad. Su presencia organiza la atención del resto de personajes, ya sea por admiración, por recelo o por la tensión que genera un carácter tan firme en un entorno rígido.
La vida de Sara cambia cuando recibe la noticia más dura en el momento más inesperado. El internado, que al principio parecía un lugar grande y lleno de posibilidades, pasa a sentirse estrecho y ajeno. Cada rincón adquiere un significado nuevo, porque la caída en la pobreza altera su relación con el entorno, con el personal y con las alumnas. El lector sigue ese giro observando cómo los espacios y las rutinas se transforman alrededor de ella, desde la abundancia de su antigua habitación hasta la dureza del desván donde pasa las noches.
Análisis psicológico de Sara Crewe: fortalezas, debilidades y arco interior
El análisis psicológico de Sara Crewe en la princesita revela un personaje infantil con una vida interior intensa, muy lejos de la imagen simple de “niña buena”. La historia muestra a una niña que soporta un cambio radical de posición social y afectiva, y que responde a ese giro con una mezcla de imaginación poderosa, sentido de la dignidad, orgullo herido y ternura hacia quienes sufren.
Cada escena del internado permite observar cómo esa personalidad se ajusta al nuevo entorno, cómo se sostiene por dentro cuando todo a su alrededor se derrumba y cómo aprende a mirar la injusticia con una mezcla de firmeza y compasión.
Fortalezas emocionales y morales de Sara Crewe
Las fortalezas de Sara Crewe se perciben desde el principio en su forma de relacionarse con las demás niñas y con los adultos del internado. Esta muestra un sentido claro de la dignidad, una educación refinada que no se limita a las formas y una capacidad constante para imaginar algo mejor incluso en espacios hostiles. Ese equilibrio entre modales cuidados y mirada profunda construye una presencia muy reconocible para el lector.
La generosidad marca muchas de sus decisiones. Cuando comparte historias, comida o pequeños gestos de cuidado con Becky, con Ermengarde o con las niñas más pequeñas, la novela deja ver una empatía que nace de la comprensión del dolor ajeno. Sara detecta con rapidez quién se siente solo, quién carga con vergüenza o miedo, y actúa desde una mezcla de ternura y responsabilidad que habla de una madurez precoz.
La imaginación aparece como otra fortaleza central. No funciona solo como escape; sirve también para reinterpretar el entorno y mantener intacto un código interno de comportamiento. Incluso en el desván, esa capacidad de narrarse la realidad con otras imágenes la ayuda a sostener la dignidad, a recordar la educación recibida y a cuidar de quienes la rodean.
Debilidades, heridas internas y contradicciones de Sara Crewe
Las debilidades de Sara Crewe resultan igual de importantes que sus fortalezas. El orgullo ocupa un lugar central porque ha crecido con una posición privilegiada y con un padre que la trataba como alguien excepcional. Cuando la situación económica se derrumba, ese orgullo sufre una herida profunda y aparecen momentos de rabia silenciosa, de cansancio extremo y de sensación de injusticia difícil de digerir.
El duelo por la pérdida del padre pesa en cada gesto de la etapa de pobreza. La soledad se hace más intensa cuando las tareas duras se acumulan y el desván se convierte en un espacio frío y exigente. En ese contexto, las fantasías que antes acompañaban su vida de alumna especial adquieren otro matiz, porque se mezclan con el agotamiento físico y con una tristeza que perfora cada rutina del internado.
Las contradicciones internas también forman parte de su retrato psicológico. Sara siente compasión por las personas que la maltratan y, al mismo tiempo, experimenta rechazo hacia ciertas actitudes de superioridad y crueldad. Mantiene un ideal de conducta “de princesa” mientras atraviesa humillaciones cotidianas, y esa distancia entre su código interno y la realidad crea tensión dramática.
Evolución psicológica de Sara Crewe a lo largo de la historia
La evolución psicológica de Sara Crewe recorre un arco muy definido que acompaña cada fase de la novela. Durante el periodo de alumna privilegiada, organiza su mundo mental desde la abundancia, con juegos, relatos y una sensación de seguridad afectiva ligada a la figura del padre. La imaginación fluye en un contexto cómodo, y el internado se ve desde una posición de altura que marca la relación con sus compañeras.
Tras el golpe económico y la muerte del padre, el foco interior se desplaza hacia la resistencia. La identidad de Sara se pone a prueba en cada tarea doméstica, en cada palabra dura de la señorita Minchin y en cada noche en el desván. La niña aprende a sostener su propio valor en condiciones extremas, a descubrir hasta dónde llega su capacidad de aguante y a reforzar la empatía hacia quienes viven siempre en la pobreza o en la servidumbre.
En la fase final, cuando la trama se orienta hacia el reconocimiento y la recuperación de su posición, la psicología de Sara ya ha cambiado. La antigua niña rica se ha convertido en alguien que conoce los dos lados de la estructura social del internado, que ha sufrido la humillación y que ha reforzado un código interno centrado en la justicia y la compasión.
Contexto histórico de la princesita y procesos creativos que influyeron en la construcción de Sara Crewe
La creación de Sara Crewe se sitúa dentro de un periodo literario en el que la narrativa infantil adquiría un peso creciente, con historias que combinaban sensibilidad moral, ambientes urbanos en transformación y un interés constante por la infancia como etapa decisiva. La princesita apareció en un momento en el que la sociedad británica vivía cambios intensos vinculados al crecimiento de las ciudades, la expansión del imperio y la consolidación de modelos educativos estrictos.
Estos elementos se integraron en la novela a través de escenarios marcados por la disciplina, la desigualdad de clases y la distancia entre una infancia privilegiada y otra sometida a tareas duras. Frances Hodgson Burnett escribió este relato después de años observando ambientes sociales muy contrastados, tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, y ese contraste se refleja en la figura de Sara Crewe desde su primera aparición.
La Inglaterra victoriana tardía y su influencia en la atmósfera de La princesita
La Inglaterra en la que surge la princesita se caracterizaba por un crecimiento urbano acelerado, con barrios aristocráticos bien definidos y zonas populares donde vivían familias que trabajaban en empleos duros y mal remunerados. Esa separación entre clases sociales aparece de manera constante en la novela, porque el internado de la señorita Minchin representa un espacio educativo marcado por el estatus y por la apariencia, elementos muy presentes en la sociedad victoriana. Las niñas ricas recibían formación orientada a las normas sociales, al comportamiento adecuado y a la cultura general que se esperaba de ellas, mientras que el personal de servicio ocupaba un escalón social muy inferior.
El concepto de disciplina también influye en la atmósfera del libro. La educación victoriana situaba la obediencia y la corrección en el centro de la formación de la infancia, algo que se aprecia en la rigidez del internado y en la forma en que la señorita Minchin controla cada aspecto del comportamiento de las alumnas. El funcionamiento interno del colegio, con reglas claras y una jerarquía estricta, refleja la preocupación de la época por la moral, las apariencias y el respeto hacia las autoridades.
Otro aspecto relevante es la visión victoriana de la infancia. En aquel periodo se generalizó la idea de que los niños podían ser formados a través de historias que ilustraran virtudes como la empatía, la firmeza interior y la bondad. Esta mirada influyó en Burnett, que diseñó una protagonista capaz de despertar identificación y reflexión en los lectores, a través de escenas que muestran la tensión entre privilegio y vulnerabilidad.
El contexto literario en el que surge Frances Hodgson Burnett
Frances Hodgson Burnett escribió en un entorno literario que valoraba cada vez más la sensibilidad emocional en los relatos infantiles. Las editoriales buscaban personajes capaces de generar un vínculo afectivo con el lector, con historias que mostraran situaciones difíciles sin perder el foco en la esperanza. Burnett observó esta tendencia y construyó personajes que combinaban ternura, sentido moral y vivencias intensas. Sara Crewe se integra en esta línea porque protagoniza un relato donde la pérdida, la resistencia y los vínculos afectivos sostienen la estructura emocional de la obra.
Burnett también formó parte de una generación de escritoras que desarrollaron su carrera entre Estados Unidos y Reino Unido, lo que le permitió acercarse a distintas realidades sociales. Ese cruce cultural se percibe en la forma en que articula los espacios. Las descripciones del internado, de las calles frías y de las habitaciones modestas muestran una sensibilidad observadora orientada hacia el detalle cotidiano. La autora trasladó a sus personajes la experiencia de haber visto desigualdades desde varios entornos y, gracias a ello, pudo construir figuras infantiles llenas de matices emocionales.
El mercado editorial de la época buscaba obras seriadas o ampliables, y de hecho la historia de Sara Crewe apareció inicialmente como un relato más breve que luego se amplió. Esa evolución explica parte de la solidez del personaje, ya que su diseño se ajustó para sostener una trama más extensa y para permitir una construcción emocional más profunda.
Escenarios de La princesita desde la mirada de Sara Crewe
Los escenarios de la princesita adquieren un sentido particular cuando se observan desde los ojos de Sara Crewe. La niña llega al internado con una mirada abierta, atenta a los detalles que revelan jerarquías, gestos ocultos y escenas cotidianas que marcan el ritmo del lugar.
Con el paso del tiempo, los mismos pasillos, habitaciones y rincones cambian de tono, porque la posición social de Sara altera la manera en que percibe lo que la rodea. La historia permite seguir esa transformación sin perder la sensibilidad infantil que guía cada paso, con una atención especial hacia los espacios que influyen en su ánimo y en la forma en que interpreta a quienes conviven con ella.
El internado aparece ante Sara como un edificio grande, ordenado y lleno de normas visibles desde el primer día. Las paredes altas, los suelos limpios y los objetos bien colocados crean una sensación de solemnidad que impresiona a una niña que llega de la India con recuerdos de luz, calor y espacios abiertos. Cada detalle del lugar le ofrece una primera pista sobre el carácter de quienes lo dirigen, con un ambiente donde las apariencias importan tanto como las rutinas que siguen las alumnas. La mirada de Sara recorre el mobiliario elegante, los relojes que marcan el ritmo de las clases y los rostros de niñas que observan a la recién llegada con curiosidad, admiración o recelo.
Las aulas representan un punto de referencia donde Sara identifica rápidamente la importancia de la disciplina. Los pupitres alineados, los libros que se entregan a cada alumna y la actitud firme de la señorita Minchin construyen un ambiente en el que el comportamiento pesa más que la creatividad. La protagonista percibe esta estructura con atención silenciosa, consciente de que ese orden formará parte de su vida diaria. La distribución del espacio escolar le permite comprender cómo se organizan las relaciones entre compañeras, quién intenta llamar la atención y quién prefiere pasar desapercibida.
El comedor añade un matiz emocional que marca la vida interna del colegio. Sara observa las conversaciones, las miradas rápidas y los gestos que revelan afectos, envidias o alianzas. La forma en que las niñas se sientan, las normas para servir la comida y la vigilancia constante de las profesoras crean una coreografía social que ella interpreta con sensibilidad. Cada comida se convierte en una escena que transmite información sobre el estatus de cada alumna y sobre el papel que se espera que desempeñen.
La habitación del comienzo y el desván como contraste emocional
La primera habitación que ocupa Sara refleja su situación privilegiada dentro del colegio. Es un espacio amplio, con muebles cuidados, ventanas que dejan entrar luz y objetos personales que la acompañan desde la India. La niña observa cada rincón con una mezcla de comodidad y distancia, porque entiende que el internado no es su hogar, aunque su padre se esfuerce por darle un entorno agradable. La habitación se convierte en un lugar donde organiza sus historias, guarda sus libros y construye una sensación de refugio temporal que da estabilidad a sus días.
El desván representa un giro total en su manera de interpretar los espacios. El ambiente frío, el techo bajo y la oscuridad crean un contraste que atraviesa su ánimo desde el primer momento. La pobreza del lugar se siente en cada detalle: en la cama dura, en la falta de calor y en el silencio áspero que acompaña las noches. Sara recorre el espacio con una mezcla de cansancio y alerta, consciente de que ese cuarto pequeño marcará sus jornadas de trabajo. Su imaginación intenta suavizar esa realidad, pero el cuerpo siente cada incomodidad, y la percepción infantil convierte el desván en un escenario donde la resistencia emocional se pone a prueba.
El paso entre ambas habitaciones muestra cómo se transforma la relación entre la protagonista y el internado. La pérdida de comodidad altera su forma de mirar cada espacio del colegio. Ya no se siente observada por admiración, sino por vigilancia. Ese contraste guía la construcción de escenas donde la fragilidad física convive con un sentido profundo de dignidad.
Los recorridos diarios y los espacios intermedios
Los pasillos del internado funcionan como un punto de tránsito que revela mucho sobre la vida de Sara. Al principio percibe esos corredores como lugares donde se mezclan el ruido lejano de las clases, los pasos de las profesoras y las voces suaves de las alumnas que comentan el día. Observa cuadros colgados, estanterías ordenadas y puertas que abren y cierran para marcar el ritmo de la rutina. Cada trayecto le permite entender quién domina el espacio y quién se mueve con cautela.
Durante la etapa de servidumbre, esos mismos pasillos adquieren otro valor. Sara los recorre con cestos, cubos o bandejas, mientras calcula el tiempo para cumplir las tareas. La mirada se centra en detalles que antes pasaban desapercibidos: el polvo que se acumula en rincones, la temperatura fría de ciertas zonas o las miradas rápidas de quienes saben que su estatus ha cambiado. La historia muestra así cómo un espacio aparentemente neutro se convierte en un escenario lleno de tensiones.
Las escaleras también forman parte importante del recorrido. Sara las sube y baja para moverse entre el desván y las zonas principales del internado. Cada escalón marca una distancia física y emocional entre su vida actual y la comodidad que perdió. La protagonista percibe ese tránsito diario como una experiencia que desgasta el cuerpo y afina la sensibilidad hacia los detalles del lugar. El internado deja así de ser un decorado y se convierte en un conjunto de escenas que moldean su resistencia y su forma de interpretar el mundo.
Relaciones de Sara Crewe y comparaciones con personajes literarios y cinematográficos
Las relaciones que rodean a Sara Crewe muestran cómo una protagonista infantil puede modificar una historia a través de vínculos que revelan afecto, tensión, dependencia o choque de mundos. Cada interacción ofrece una capa distinta de lectura, porque el internado funciona como un espacio donde conviven niñas privilegiadas, personal de servicio y figuras adultas que marcan el ritmo emocional del lugar.
La mirada de Sara hacia estas personas organiza buena parte de la trama y permite entender cómo se construye su identidad a lo largo del libro. También resulta útil comparar su figura con personajes literarios y cinematográficos que comparten origen social elevado, sensibilidad intensa o un arco marcado por la pérdida y la resistencia.
Relación con personajes principales y secundarios dentro de la historia
La relación con Becky muestra uno de los vínculos más sólidos de la novela. Becky trabaja largas horas en el internado y observa a Sara desde la distancia, hasta que ambas comparten una conversación nocturna que las acerca. El modo en que Sara se sienta junto a ella y comparte comida o historias crea un lazo basado en el reconocimiento mutuo. La narración convierte ese vínculo en una línea emocional que sostiene escenas importantes porque Becky aporta compañía en los momentos de frío, cansancio y silencio en el desván.
Ermengarde representa otro tipo de relación, marcada por la inseguridad. Es una niña tímida y algo perdida entre libros que no entiende. El gesto de Sara cuando la ayuda con paciencia transforma esa inseguridad en confianza. La amistad entre ambas aparece en escenas sencillas, como la elección de un libro o una conversación en una habitación tranquila, y ayuda a entender la capacidad de Sara para detectar la fragilidad emocional ajena.
La relación con la señorita Minchin se construye a través de gestos tensos. Cada mirada dura, cada frase controlada y cada orden sirven para mostrar el choque entre autoridad rígida y dignidad infantil. La directora observa a Sara con una mezcla de recelo y cálculo, desde que la ve entrar con vestidos elegantes hasta que la envía al desván. La diferencia de posición social genera fricciones visibles en escenas breves, como la entrega tardía de un recado o la vigilancia en el comedor. Estos momentos funcionan como un espejo donde se ve el contraste entre dos formas opuestas de relacionarse con el poder.
Similitudes entre Sara Crewe y otros personajes conocidos
La figura de Sara encuentra reflejos interesantes en personajes literarios que atraviesan caídas sociales abruptas. Un ejemplo claro es Jane Eyre, cuya infancia en Gateshead comparte la sensación de vivir bajo la autoridad de adultos que imponen disciplina severa. Ambas protagonistas miran cada espacio con atención al detalle y muestran una mezcla de sensibilidad y firmeza. Jane observa la rigidez de la señora Reed con un silencio tenso que recuerda a la reacción contenida de Sara ante la señorita Minchin.
Otra comparación útil aparece en la versión cinematográfica de Ana de las tejas verdes (1985), donde Ana Shirley interpreta cada espacio desde una imaginación incansable. Las escenas en las que Ana describe un lago, un árbol o una casa recuerdan la manera en que Sara transforma un cuarto frío en un lugar capaz de sostener esperanza. Ambas protagonistas observan la realidad con imaginación activa y utilizan esa mirada para soportar situaciones duras.
En el terreno cinematográfico más reciente, la película Matilda (1996) ofrece un personaje infantil con inteligencia emocional elevada y una forma especial de relacionarse con la injusticia. Matilda se enfrenta a la señorita Trunchbull desde la lógica, el ingenio y una mirada crítica hacia el abuso de poder. Sara no comparte su tono rebelde, aunque ambas protagonistas coinciden en el modo en que se enfrentan a figuras autoritarias desde una ética interna que guía cada gesto.
Qué pueden aprender los escritores del personaje de Sara Crewe
Un escritor puede detenerse en la escena en la que Sara cruza el comedor por primera vez y observa cómo las miradas de las alumnas cambian al ritmo de sus pasos. Ese momento, que dura apenas unos segundos, muestra cómo la autora utiliza acciones pequeñas para revelar el lugar que ocupa la niña dentro del internado.
Cada gesto de Sara —la manera en que ajusta un libro contra el pecho, cómo se inclina para escuchar a una compañera o cómo recoge una prenda mientras piensa en su padre— permite seguir su evolución sin recurrir a explicaciones.
Esta forma de narrar enseña a crear personajes que crecen a partir del movimiento y la interacción con el espacio, una técnica muy útil para quienes quieren escribir historias donde el protagonista sostiene la emoción con acciones que parecen sencillas, pero definen todo lo que ocurre a su alrededor.
Consejos prácticos para escritores inspirados en la construcción de Sara Crewe
Un escritor puede observar la manera en que la autora introduce a Sara en las primeras páginas, siempre a través de acciones que revelan su forma de mirar el mundo. El gesto de pasar un dedo por el borde de un libro, la pausa antes de contestar a una compañera o la forma en que ordena sus objetos ayudan a comprender su personalidad sin explicarla. Utilizar acciones pequeñas como estas permite construir personajes que se revelan de manera natural.
Otra pauta práctica aparece en cómo la autora organiza el papel de los secundarios que acompañan a Sara. Becky, Ermengarde y la señorita Minchin entran en escena con una función narrativa concreta, ya sea aportar compañía, ternura o tensión. Un escritor puede aplicar este método asignando a cada personaje un propósito emocional, lo que facilita el avance de la trama y evita figuras que ocupan espacio sin aportar movimiento.
El uso del espacio como extensión del personaje ofrece otra lección útil. La habitación del comienzo y el desván muestran dos etapas distintas de la vida de Sara. Ese cambio de escenario acompaña su transformación interna. Esta técnica permite crear relatos donde el entorno participa del arco narrativo y ayuda al lector a seguir los cambios del protagonista a través de detalles físicos que marcan la evolución.
La dosificación de la información también aporta un aprendizaje valioso. La autora presenta datos sobre la vida de Sara en el momento exacto en que influyen en la escena, sin adelantar información que interrumpa el ritmo. Para un escritor, esta dinámica funciona como guía para mantener el interés del lector y evitar explicaciones que detienen la narración.
Análisis del uso de recursos literarios en la creación de Sara Crewe
La focalización interna limitada funciona como recurso narrativo que acerca al lector a la mirada de Sara sin encerrar la historia en su pensamiento. La autora ofrece lo que la niña percibe a través de detalles visuales, gestos de otras personas y sensaciones que atraviesan su día. Este enfoque permite construir una voz cercana sin perder amplitud descriptiva, algo útil para quienes buscan equilibrio entre perspectiva íntima y narración externa.
El simbolismo ambiental aparece en la forma en que la novela utiliza los espacios para reforzar los estados vitales de la protagonista. La habitación cálida del inicio y el desván frío no se presentan como metáforas explícitas, sino como lugares que marcan su situación a través de objetos, texturas y climas. Este recurso ayuda a incorporar significado en la ambientación sin recurrir a interpretaciones directas.
El ritmo narrativo alterna escenas de conversación con momentos de observación silenciosa. Las charlas con Ermengarde, los encuentros con Becky o los enfrentamientos con la señorita Minchin se combinan con instantes donde Sara contempla un pasillo vacío, escucha ruidos en el desván o se detiene frente a una ventana. Este equilibrio ofrece un modelo útil para escritores que quieren sostener la atención del lector sin saturar el texto con diálogos ni escenas estáticas.
El contraste como recurso estructural destaca en la transición entre etapas. Sara pasa de un entorno cálido a uno hostil, de un estatus privilegiado a tareas de servidumbre. La autora utiliza estos cambios para marcar el avance del relato. Este recurso permite crear líneas narrativas que se reconocen con facilidad y ayudan al lector a seguir el recorrido emocional del protagonista a través de diferencias visibles entre capítulos.
Conclusión final sobre la figura de Sara Crewe en La princesita
La figura de Sara Crewe queda grabada porque cada escena en la que aparece muestra una forma particular de mirar el mundo. La niña avanza por el internado con gestos que cambian según el espacio y la etapa que atraviesa, desde los primeros días de luz en su habitación amplia hasta las noches en el desván, donde escucha ruidos lejanos y piensa en lo que perdió. Su manera de observar a las personas que la rodean permite seguir su historia con una atención que nace de acciones pequeñas y emociones que se despliegan sin exageración.
El recorrido de Sara ayuda a entender cómo un personaje infantil puede sostener una narración completa a través de decisiones que parecen sencillas y cargan un significado profundo. Cada paso por un pasillo, cada conversación con Becky o Ermengarde y cada silencio frente a la señorita Minchin construyen un arco que permanece en la memoria del lector. Su presencia invita a reflexionar sobre la fuerza que puede tener una mirada joven cuando interactúa con un entorno exigente y lleno de contrastes.
FAQs
Sara Crewe es la protagonista de La princesita, una niña que llega a un internado inglés y atraviesa una caída social que transforma su vida y sus relaciones.
Su mirada sostiene toda la narración. A través de sus acciones, gestos y vínculos se construye el eje emocional que organiza cada capítulo del libro.
Destaca por su sensibilidad, su capacidad para interpretar espacios y personas y su manera de responder a los cambios que la historia le impone.
Su personaje enseña a usar acciones pequeñas, ritmo narrativo y escenarios que acompañan el arco emocional para crear protagonistas sólidos.
El comedor, las aulas, el desván y los encuentros con Becky, Ermengarde y la señorita Minchin muestran cómo vive cada etapa de la historia.




































