“Vivir el instante, sin miedo al mañana, atesorando los momentos únicos que nos anclan al presente, donde los latidos cuentan, donde cada nueva mañana es posible volver a empezar”
Los amigos aparecen y desaparecen, nos alegran y nos hieren, mientras que los amores, la familia, o la salud, a veces nos dejan cicatrices profundas.
Aun así, seguimos adelante, guiados por la esperanza que llevamos en el alma.
¡Soñar!
Porque es imposible resistirse al impulso de pedir un deseo al ver una estrella fugaz o de brindar con ilusión cuando comienza un nuevo año, como resistir al suspiro del cielo cuando todo parece incierto.
Y es en ese viaje de altibajos donde el alma somete a su verdadero examen, a la amistad y al cariño. No es la risa compartida en los días felices, la que mide su valor, sino la lealtad, y la atención que persiste al paso de la tormenta, y que nos da refugio y cobijo. Porque al someter a examen constantemente a la amistad, nos permite distinguir entre quienes solo transitan nuestra vida y aquellos que, sin importar la prueba, permanecen.
