Juanillo Castejón Ribagorza, joven pastor de “Santa Cruz de la Serós”, de la Jacetania, en el Pirineo aragonés. Juanillo, o Juanete, parecía algo lento en la comprensión de las cosas, pero sin el menor atisbo de retraso mental porque lo que le interesaba, bien que lo aprendía en un periquete.
Un día, durante el pastoreo del rebaño familiar, tuvo un “afortunado” accidente en las montañas de “su” Jacetania, y digo “afortunado” porque fue asistido, casualmente, por el Maestro Yumo, un experto alienígena que rondaba por los Pirineos buscando tungsteno, muy necesario y escaso en su planeta Casiedra, y que se ocupó de atenderlo y reconstruirlo de “huesos y cerebro”. Se encargó también de “inyectarle” cuanta ciencia él poseía para que se convirtiese en su principal colaborador en la creación de una nueva versión del valle mítico de “Shangri-La”, que el escritor británico James Hilton, había creado en su famosa novela “Horizontes perdidos”, con la única diferencia de que Hilton lo situó en el Tíbet, y Yumo pretendía establecerlo en la cordillera andina de América del Sur, en pleno territorio del Tahuantinsuyo, ocupado por el inmenso Imperio inca, llamado así desde los tiempos del Sapa Inca que pasó a la historia como Pachacutec.
Yumo fue el primer Gobernador de la nueva Nación llamada Incasiedra y siempre tuvo a Juanillo como segundo jefe, al que dejaba el mando cuando tenía que desplazarse a Casiedra para apaciguar a los levantiscos tecnócratas. Como la situación se repetía con demasiada frecuencia, el Consejo de Ancianos obligó a Yumo a que tomase el mando del ejército de Casiedra, con carácter permanente y entregase el mando de Incasiedra a su Segundo, a Juanillo.
Esta novela fantástica cuenta la historia de cómo un joven pastor del Pirineo aragonés, llegó a ser coronado como Mando Supremo de una nación fundada por alienígenas, como si fuera un nuevo “Sangri–La”, ¡en medio del imperio Incaico!
