Infierno solar

Pedro Gómez

LEELO EN

Infierno solar

Todo comenzó en los albores de la existencia, cuando la galaxia aún era joven y estaba floreciendo la vida.

Una prometedora raza alienígena, cuyo propósito era expandirse y conquistar nuevos mundos, se dio cuenta de que esta era la única manera de sobrevivir a la inmensidad del tiempo. Pero incluso una especie tan avanzada como aquella, sufría pérdidas de cultura históricas. Historia que en términos temporales significaba pérdida de sabiduría.

Hasta que un conocido y antiguo explorador llamado Anuncúr desenterró, de las profundidades de un rocoso y lejano planeta, el mineral más extraño, escaso y preciado del universo: la Petrisaviria. Pero aquel misterioso mineral tan solo era un pequeño resquicio de lo que fue, ya que el resto se perdió a lo largo del tiempo y el espacio.

No obstante, su historia comenzó mucho antes de esta que conocemos, ya que, tras múltiples pruebas, llegaron a la conclusión de que aquel objeto databa de una época anterior al propio Big Bang, encerrando en ella el secreto mismo de la vida y la materia. Irónicamente, del mismo modo que un ser vivo nace y muere, aquella especie había sufrido las consecuencias del tiempo. Ante las puertas de hallar la fórmula de la eterna juventud, se encontraban al borde de la extinción. La naturaleza de la evolución dictaba sus propias normas.

Tras millones de años e incontables mutaciones genéticas, la reproducción natural de la especie se vio interrumpida y la clonación de individuos sanos fue la única salida. Desde entonces, con la ayuda de nuevas alianzas de otras especies alienígenas, crearon un vínculo místico, cada vez más fuerte, con aquella piedra.

Pero mientras la piedra no estuviese completa, y poseyera una sabiduría total, tendrían que buscar por el universo soluciones alternativas a su extinción.

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